Rotary Club Temuco Frontera


22 de diciembre de 2003. Reunión especial de Navidad.

En un hermosos ambiente navideño, los socios del club, en compañía de sus esposas y de los socios de Rotaract, se reunieron en forma especial, para celebrar en esta oportunidad, con un poco de anticipación, la noche buena de este año 2003. La familia rotaria, esta vez no abrió los paquetes de regalo que les enviara anticipadamente Santa Claus. Estos fueron guardados y entregados al día siguiente a los niños que se encuentran enfermos internados en el hospital. En cambio nuestro socio Ciro, regaló a todos un hermoso cuento de navidad. Para quienes no estuvieron, o para aquellos que quisieran rememorarlo, se adjunta a continuación.

LOS APUROS DE SANTA. (Cuento navideño de Ciro Calderón M.)

Pintidolfo era el más pequeño de los laboriosos duendecillos de Santa Claus. Estaba a cargo de la correspondencia de Santa, ordenando y clasificando las peticiones, priorizando las demandas, teniendo la gran responsa- bilidad de presentar a su jefe, a fines de noviembre, la lista definitiva para verificar que cada regalo contara con su correspondiente dueño y se ajustara también al presupuesto definido para el año.

Con su torcida gorra verde aflautada terminada en un pompón rojo algo desteñido, camisa y chaleco suelto en tono turquesa, bombachas azules y mocasines de punta elevada, su figura era inconfundible y no pasaba desapercibido. Siempre muy servicial, atento e ingenioso, se esmeraba por cumplir todas sus tareas cabalmente y, cuando era necesario, prestar ayuda a sus compañeros del taller de juguetes del Polo Norte. Sin embargo, a pesar de toda esta buena voluntad de su parte, era rechazado por los demás y su presencia no siempre, por decir lo menos, era bienvenida en los diferentes sitios de trabajo del taller. Y no es que no lo quisieran, al contrario, gozaba de gran estimación. ¡Pero era tan torpe en las faenas de creación manual! Por querer colaborar terminaba arruinando el trabajo de los otros. ¡Pintidolfo, no pintes ese caballito! y ¡zás!, derramaba la pintura ensuciando ese y otros juguetes de la vecindad. ¡No martillees ahí Pintidolfo! y ¡cataplúm!, se venía abajo toda una estantería con juguetes terminados. Por eso, Santa le había encomendado las tareas de la correspondencia y ahí sí había dado resultado, ya que no tenía muchas posibilidades de echar a perder el esfuerzo colectivo.

Este año nos íbamos a lucir en Noche Buena, pensaban todos en el taller en la tarde del 24 de diciembre. Eran demasiado hermosos los juguetes confeccionados, habían llegado incontables regalos desde todas partes del mundo para sumarse a los producidos en la sede polar. El trineo estaba a más no poder en su capacidad y hubo que adaptar un pequeño acoplado para que cupieran todos los regalos. Y se veía tan hermoso, recién pintado, con todos los bronces y campanitas brillando al reflejo de la luz de la fogata con la cual estaban celebrando el fin de la agotadora jornada. Los renos estaban magníficos y pateaban impacientes.

Era la hora de partir, ya el sol se estaba poniendo en el horizonte de la China y había que apurarse para poder estar ahí justo a las 12 de la noche. Todos los duendes se aprestaban a despedir a Santa Claus perfectamente alineados alrededor de un gran mono de nieve que habían construido y que estaba adornado con una bufanda verde, una vieja gorra roja dada de baja por Santa, que lucía una gran nariz de zanahoria y se acompañaba con una escoba chascona.

Ya, nos vamos, dijo el Pascuero, y se encaramó al pescante del trineo, acomodando su voluminosa figura. Pero antes, voy a revisar por última vez la lista, y se encasquetó sobre la bulbosa nariz los espejuelos que empleaba para leer, sacando desde el pliegue de la manga de su casaca el informe entregado por Pintidolfo…Mmmm, bien, bien, ya está…¡Pero aquí falta algo, no me cuadran los regalos para los niños desvalidos de Africa! ¡Falta lo más importante para ellos! ¡Pintidolfo, ven acá! El duende salió de la fila como un rayo dándose pequeños golpes en la frente y entró al taller y después de algunos minutos que se hicieron demasiado largos, llegó con la cara roja de vergüenza y un paquete hermosamente presentado que entregó a Santa quien lo tomó y lo colocó en el interior de su abrigo, en el pecho.

¡Ho, ho, ho! ¡Ahora sí!, dijo el Pascuero, feliz Navidad a todos y nos vamos. ¡Rodolfo, enciende tu nariz y guía a los renos y a volar! ¡Feliz Navidad! Ho, ho, ho……

Cerca del corazón de Santa Claus iba el regalo que faltaba: un valioso paquete con la donación del fruto del esfuerzo y trabajo de los socios y damas de este club, del Rotary Club Temuco Frontera: 28.800 dosis de vacuna antipolio destinadas a los niños desvalidos de Africa.

¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!


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